Todas las cosas de las que no hablamos
con los padres, los hijos, los amores,
se mueven en el aire:
halos de luz intermitente, sombras
que llevan siempre algún peso secreto.
Cómo pesan las cosas que no hablamos,
cómo nos tiran hacia abajo, cómo
nos rompen de a poquito, nos rellenan
el cuerpo y la mirada de penumbra.
Y duelen sordamente
las cosas que no hablamos,
las cosas que nos cuesta ver de cerca
y que vemos con los ojos cerrados,
opacas y a la vez tan transparentes.
Y damos vueltas a su alrededor,
sin atrevernos a llamar a puertas
para siempre entornadas.
A las puertas de aquel cuarto en penumbra
que nos da miedo ver,
que podría cegarnos con su luz.
***
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