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A ese que hicieron desaparecer,
y cuyos huesos, que pudieron ser los huesos tuyos,
aparecen de vez en cuando
como signo de resistencia.
A ese que fue arrastrado por ti al paredón
y rezó y lloró y
se orinó frente a la muerte,
y luego sufrió la ignominia de haber asistido a un Simulacro.
A ese que enfrentó al pelotón de fusilamiento,
y fue fusilado -ahora sí- con balas de verdad,
balas que muy bien pudieron quedar
incrustadas en tu pecho.
A ese muerto sobre el que hoy estás parado vivo
A ese que con su vida te dio la sobrevida
A ese alguien, hombre o mujer,
Alójalo en tu corazón.
Abrígalo en tu memoria.
Que el frío del olvido no lo toque.
Para que nunca más en Chile.
Hernán Rivera Letelier
Fuente: diarioelect.politika@gmail.com
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