Un paseo por el Louvre
Es el error fatal de abrigar esperanzas:
Siempre que voy al Louvre a iluminarme
me asalta un ataque de furor.
No perdono la belleza
que es como una perra cariñosa
saltando de alegría a mi lado.
Y querría apalearla hasta la muerte,
por un repugnante juego de la inteligencia,
por el trino ambicioso de mi corazón.
Y me pongo a contar fábulas idiotas,
de las que no tengo fotos ni pruebas.
Todo para que el asno ascienda.
A menudo me arrepiento,
-sala tras sala del Louvre
de este arranque atrabiliario,
de esta flor de mi crimen,
de estos estúpidos augurios.
Maldiciendo por los pasillos del museo,
enfermo de esperanza.
Pedro Alcarria
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