Adiós amigos todos, van llegando
esas horas violeta de la tarde
en que nos alejamos lentamente
con terca mansedumbre, sin dolor.
Adiós dulces amantes invisibles
en queridas ciudades orvalladas,
el tiempo se dormía en nuestros brazos
y estábamos allí como en un sueño.
Adiós ríos, adiós sendas pequeñas,
trigales y labores congelados
en el tiempo de un pueblo y su memoria
que brota como el agua de una fuente.
Nos vemos, compañeros imposibles,
amigos a quien amo,
adiós a todos
que todo lo demás es triste lloro.
José Luna Borge
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