23 de março de 2025

Um poema

 












Hace cuarenta años, todas las horas les pertenecían.

Lo que veían cuando se miraban

era la raíz del mundo.

Siempre intuyeron

que no necesitaban nada más

dos cuerpos desiguales frente a una misma incógnita

las manos enlazadas

compartiendo presente, sueños y agua.


Hoy se encuentran de nuevo. Al fondo de sus ojos

han vuelto a vislumbrar aquel solaz

cuando todo era suyo

cuando ambos eran todo.


Las despedidas nadie las decide

los que saben las llaman ley de vida.

La abuela octogenaria y el corpulento nieto

se abrazan en la tarde.

Te quiero, se susurran.

Hay amores sagrados que no terminan nunca

aunque estén condenados a ser breves

aunque pertenezcan a tiempos distintos.

Aunque sean imposibles.


Raquel Lanseros

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