Camino
La primavera cruza las postrimerías del invierno y los vencejos
reniegan de su condición de emigrantes. Como todos los días,
desde aquellos de Lisboa, vas al hospital.
Los pasillos ya saben tu nombre y la luz filtrada por las
ventanas escolta la paciencia de tus ojos.
Vas contenta, con tu traje de enfermera.
La devoción al Dios, que tú admiras, empieza en la sala
de quimioterapia.
Los primeros pacientes del día se encomiendan a la habilidad
de tus manos y al consejo de la experiencia.
“No tengan miedo, todo va a salir bien. Pronto volverán a la
ternura de sus hogares. La llama de la victoria destruirá las
células del miedo”. Les dices.
Martín Lorenzo Paredes Aparicio


Sem comentários:
Enviar um comentário